Situada en una ladera con vistas al Mediterráneo, esta casa en Antibes explora una arquitectura esencial, donde la claridad estructural, la conexión con el paisaje y el uso honesto de los materiales definen la experiencia habitable.

La vivienda se despliega en una planta horizontal que se adapta sutilmente a la topografía, articulando una secuencia de espacios abiertos hacia el exterior. Un sistema de pórticos metálicos sostiene cubiertas ligeras con vigas de madera expuesta, generando una transición fluida entre interior y exterior y filtrando la luz natural a lo largo del día.

El basamento de piedra seca ancla la construcción al terreno y establece un diálogo con la vegetación mediterránea que la rodea. Sobre este cimiento, volúmenes blancos y nítidos conforman el programa doméstico, ordenado a través de circulaciones perimetrales y patios que vinculan visualmente todas las áreas.

En el interior, una atmósfera cálida y doméstica se construye mediante una paleta de materiales que combina piedra, madera, barro y textiles, mientras que el mobiliario, cuidadosamente seleccionado, aporta capas de memoria y carácter.

El proyecto se plantea como un refugio contemplativo, abierto al horizonte, donde la arquitectura no compite con el paisaje sino que lo enmarca y lo celebra.