La Imperial Reforma Cantina
La Imperial Reforma fue concebida como un restaurante-cantina que reinterpretara las cantinas pre-revolucionarias surgidas en la Ciudad de México durante el siglo XIX. El objetivo fue construir un contexto auténtico que celebrara la mexicanidad decimonónica en un ambiente cálido, funcional y con identidad propia.
El proyecto es resultado de una investigación rigurosa en el Museo Nacional de las Intervenciones, el Castillo de Chapultepec, el Palacio de Iturbide, el Archivo Fotográfico Casasola y el Museo del Templo Mayor, así como en diversas cantinas históricas de la ciudad. También rinde homenaje a la construcción simbólica de la nación mexicana en el siglo XIX, con referencias sutiles a la masonería y guiños a figuras como Agustín de Iturbide, Maximiliano de Habsburgo, Benito Juárez y Porfirio Díaz. En lo gastronómico, reconoce la influencia fundamental de restaurantes emblemáticos como Prendes y Bellinghausen.
El diseño de La Imperial se basa en el ADN de las cantinas de la segunda mitad del siglo XIX, influenciadas por las invasiones extranjeras: la francesa, que introdujo las brasseries, y la estadounidense, que trajo consigo los salones americanos. Uno de los retos principales fue lograr que La Imperial se sintiera genuinamente mexicana sin recurrir a clichés o folclorismos. Esta mexicanidad se expresa de forma sutil pero contundente a través de la música, la decoración, la comida y la bebida, el servicio y el bullicio natural que sólo ocurre en una verdadera cantina.
Otro desafío significativo fue transformar un local sin iluminación ni ventilación natural en un espacio vibrante y acogedor.
La Imperial Reforma se encuentra en el sótano de una casona catalogada, ubicada al pie de la icónica Torre Reforma, diseñada por el arquitecto Benjamín Romano (LBR&A). Para permitir la construcción del estacionamiento mediante muro milán, la casona fue desplazada dieciocho metros hacia el norte, en una compleja operación estructural.
Con el fin de reforzar la narrativa histórica del proyecto, el acceso principal se planteó a través de la casona, desde la calle Río Elba. Tras un vestíbulo revestido con piso de pasta en ajedrez, inspirado en el Castillo de Chapultepec, se desciende por escaleras o elevador al primer sótano.
Una vez en el sótano, un segundo vestíbulo da paso al salón principal. El ingreso se realiza por puertas típicas de cantina, flanqueadas por vitrinas de doble cara que permiten una lectura visual entre espacios. Al fondo, una espléndida barra con contrabarra remata el eje visual del salón. Tanto la barra como las vitrinas y sillas fueron y fabricadas especialmente por Galerías Chippendale.
El salón se articula mediante ingeniosas herramientas de composición como trabes, pilastras, lambrines con esquinas curvas, estaciones de servicio remetidas, y espejos. Una de las placas utilizadas para mover la casona quedó expuesta como testimonio de la proeza técnica y recordatorio de la singularidad del lugar.
El piso de pasta se basó en un diseño de textil Mexica (xicolli), encontrado en las excavaciones del Templo Mayor. Estas piezas se mandaron fabricar especialmente como homenaje al primer Imperio Mexica, y simbolizan la base sobre la que se construye gran parte de la identidad nacional.
El plafón está recubierto con paneles de estaño patinado, acentuado por réplicas de lámparas esféricas y ventiladores de principios del siglo XX. Las luminarias de teatro con panal de abeja, colocadas en el perímetro del plafón, sugieren discretamente que el salón es también una escenografía contemporánea. Esta iluminación se complementa con arbotantes de latón distribuidos estratégicamente en el lambrín.
En los baños, el lambrín que acompaña los lavamanos de pedestal está inspirado en el rodapié del adoratorio a Tláloc del Templo Mayor. Se remata con zoclos y cornisas de corte europeo, en el espíritu del Porfiriato. Los espejos circulares también aluden simbólicamente a Tláloc.
La ambientación de La Imperial se complementa con piezas originales y grabados cuidadosamente seleccionados en anticuarios y proveedores especializados, así como con réplicas de banderas históricas realizadas especialmente por el artista Germán Hernández.
El proyecto arquitectónico incluyó el diseño integral del back of house, con especial atención a la funcionalidad, durabilidad, higiene y confort. Se priorizó la calidad espacial para el personal de La Imperial, incluyendo cocina, cámaras de refrigeración y congelación, almacenes de secos y alcohol, área de hielo, comedor, lockers, baños, montacargas, chute de mantelería, caja y área administrativa. Además, se diseñó un corredor de transición lumínica entre el back y el salón, para permitir que los meseros ajusten gradualmente su visión entre la luz blanca de operación y la luz cálida del salón principal.
El proceso de diseño y construcción se llevó a cabo en colaboración con MYT Diseño. Durante la obra, fue fundamental la estrecha coordinación con el arquitecto Benjamín Romano y el equipo de LBR&A, lo que permitió una integración arquitectónica respetuosa con Torre Reforma y su contexto urbano.
La Imperial Reforma fue la tercera de seis sucursales diseñadas por el despacho, y la primera en ubicarse fuera de un centro comercial, sobre Paseo de la Reforma. Las otras cinco fueron:
Plaza Carso, Samara, Artz Pedregal, Parque Duraznos y Midtown Jalisco.